A medida que el bebe crece, adquiere nuevas habilidades y la madurez influye en la alimentación; poco a poco se van introduciendo nuevos alimentos como frutas y verduras que le permiten experimentar sabores, olores y texturas que no conocía y empieza a conocer los conceptos de dulce, salado, amargo, agrio, frío, caliente, suave, etc.
Las respuestas de los niños ante la alimentación es variable, algunos comen muy bien y otros no desean probar alimento alguno. Es importante hacer notar que los gestos de desagrado de los adultos hacia un alimento puede ser aprendido e imitado por el niño, llevándolo a rechazar comidas que en un principio no le eran desagradables e incluso alimentos que nunca ha probado y todo porque alguien hizo un gesto de desagrado. Lo mismo ocurre con los hábitos en la mesa, como añadir sal o azúcar a los alimentos antes de probarlos, esta es una de las prácticas que los niños suelen imitar de los mayores y más aun si se trata de alguien muy cercano a ellos.
Es necesario que dentro de lo posible el niño sea alimentado con calma, dándole el tiempo y la atención necesaria para que disfrute de esta actividad y no hacer de la comida una hora de tensión para todos.
El apetito es variable tanto en niños como en adultos; cuando un niño esta enfermo, convaleciente o a punto de enfermarse su apetito se ve disminuido; existen estados emocionales que afectan de la misma manera, como el miedo, la angustia o la tristeza. Por el contrario cuando se aumenta la actividad o el crecimiento se acelera, el apetito aumenta. Es común encontrar niños que desde temprana edad presentan obesidad y desean comer permanentemente sin deberse a causas biológicas. Este problema suele ocurrir cuando desde pequeños se acostumbra premiar, calmar o mantener al niño ocupado con comida; esto debe evitarse tratando de satisfacer sus necesidades por otros medios.
Recuerde que el medio en el que se encuentra el niño, el papel de la madre y de la familia es fundamental para la formación de los hábitos alimentarios adecuados.